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Repositorio Digital diseñado por el antropólogo David López Cardeña y Andrea Getzemani Manzo Matus con la colaboración de Natalí Alonso Aranda y Mariel Armenta Sánchez de la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana, para apoyar el desarrollo académico de la comunidad antropológica.

COMENTARIOS A LA OBRA DE CARLO ANTONIO CASTRO

Comentarios a la obra de Carlo Antonio Castro

 

El maestro Carlo Antonio Castro

Diario de Xalapa

14 de abril de 2010

 

Román Güemes Jiménez*

Xalapa, Veracruz.-En la obra del maestro Carlo Antonio Castro reconocemos, en un primer momento, que la búsqueda y el trasteo han sido permanentes y minuciosos. En la búsqueda se vislumbra al hombre que requiere reconocerse a sí mismo bajo la constante del trabajo y la dedicación. La búsqueda y el encuentro se desarrollan como dos actos que vinculan el arduo trabajo creativo y el hallazgo azaroso.

En la obra del maestro Carlo Antonio Castro la literatura y la antropología, como creación artística e investigación social, se entrelazan de modo natural confiriéndole a todos los textos un carácter poético y científico indisoluble.

Con él hemos aprendido que las lenguas son un insoslayable instrumento para un eficaz conocimiento del hombre y su entorno cultural; de ahí su llamada de atención al etnólogo mexicano en el sentido de una mejor preparación lingüística que le permita recoger la información al castellano, para obtener mediante ese proceso toda la riqueza y veracidad de los datos.

En el caso de la novela antropológica Los hombres verdaderos, se reconoce el empleo de la lengua como un medio en que se aspira a descifrar el individuo para conocer su universo. Porque la lengua nombra las cosas. Lengua y cosas constituyen dos universos que son interpretados por una imaginación, por una memoria, es decir, por un mismo pueblo cargado de vida cotidiana, historia y cosmogonía. Es así como observamos que el aprendizaje de la lengua y el conocimiento del uso correcto de un idioma tiene el propósito de conocer, revalorar y difundir la capacidad creadora del hombre.

Con la lengua se descubre y se pone de manifiesto la identidad de los pueblos, esto queda corroborado en Narraciones Tzeltales, donde se perciben las magnificencias de los hallazgos tanto en la fauna mágica como en las pautas añejas y, también, en las voces jóvenes. De ahí la importancia de reconocer la trascendencia de la lingüística como instrumento de conocimiento científico, además de ser un importante medio que nos permite aproximarnos a la sensibilidad de otras comunidades de seres que vibran frente al sol y a la luna. De tal suerte, la tarea fundamental del lingüista es la de descubrir y explicar la esencia, naturaleza, organización y funcionamiento de la expresión verbal humana, la realización del lenguaje: el habla. Pero sabemos que el campo de influencia del lingüista, además de sustentar un método científico para conocer la estructura de un idioma, requiere, repetimos, compenetrarse de la lengua estudiada para entender plenamente la visión, el compromiso y las dificultades que implican dos culturas y dos formas de expresión.

Al leer su más reciente obra antropológica de eminentes rasgos literarios y filosóficos (porque desde la cultura reflexiona sobre el origen del ser como totalidad), titulada Enero y Febrero ¡Ahijadero! El banquete de los compadres en la Sierra Norte de Puebla, reconocemos la preocupación del autor por indagar el origen de la comunidad estudiada: los totonacas de la Sierra Norte de Puebla.

El primer contacto con la ceremonia se efectuó del 20 de septiembre al 10 de octubre de 1954, temporada en que realizó su primera investigación de campo en los pueblos serranos de Ahuacatlán, Amixtlán y Cuautotola. En 1957 registró datos en comunidades del municipio de Zacatlán, Puebla. En octubre de 1973 regresa nuevamente a la zona de Amixtlán, Cuautotola y Ahuacatlán, concretamente a la comunidad de San Andrés Tlayehualantzingo. La búsqueda del compadre tlacuas lo hace recorrer casi toda la totalidad del territorio totonaca, porque en 1974 se dedica a estudiar la región totonaca de Pantepec y Mecapalapa, Puebla, e Ixhuatlán de Madero, Veracruz. También estuvo en Coyutla, Veracruz, donde encontró vestigios de una ceremonia llamada tawá, "la comida o la fiesta del hijo". Su propósito al recorrer el territorio totonaca era, primeramente, comprobar una de sus hipótesis centrales: que sólo donde había contacto nahua-totonaca se encontraba y operaba el compadre tlacuas, ceremonia de tránsito, sincretismo de estas dos culturas. Comprobado todo esto al iniciar, junto con sus alumnos de lingüística, el Proyecto de Investigación Dialectología del Totonaca Misanteca. En Misantla, por ejemplo, no se encontró está ceremonia.

Volviendo a Enero y Febrero... señalaremos de nueva cuenta que de una idea general de la cultura converge a la particularidad del compadrazgo y sus implicaciones. En este sentido señala la importancia del fuego como una deidad purificadora y creadora, pero también hacedora de mitos encarnados a la vida y la muerte. Este fenómeno no sólo es abordado a través de la semántica lingüística sino que busca su relación con la semántica codexiológica a la que dedicó 15 años de investigación, logrando comprobar que la ceremonia compadre tlacuas tiene una connotación eminentemente lunar. En las indagatorias posteriores, realizadas en otras fuentes, ha comprobado y reforzado esta idea de que los totonacas no son un pueblo de sol, sino de luna, existiendo la posibilidad de que esta idea pueda ser valedera en otras culturas por sus implicaciones etimológicas y semánticas. Descubre, revela y revalora el mito del fuego (tan presente en otras tantas ceremonias, pero tan escasamente estudiado) para devolver a la etnia su identidad y su capacidad creativa.

Por esta razón, los aportes de Enero y Febrero..., los más inmediatos, se resumen en la claridad con que los datos son expuestos y analizados, por la decisión y calidad literaria con que están expresados, pero sobre todo porque marcan un hito en el proceso de búsqueda y encuentro de las futuras investigaciones antropológicas.

No queremos omitir que Los hombres verdaderos y Enero y Febrero ¡Ahijadero! son dos culminantes ejemplos: el primero de recreación literaria antropológica y el segundo de análisis antropológico ontogónico; ambos nos permiten vislumbrar en esa sucesión de búsquedas y encuentros los rostros de hombres verdaderos.

Desde un principio, en trabajos etnológicos como los es Usila, morada de colibríes, se prefiguraban las directrices que recorrían el científico y el poeta como hombre comprometido con su tiempo.

* Colaborador

 

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