A menudo, al comienzo del siglo, muchos se hacían viajeros después de la lectura de los viajeros. Del mismo modo, muchos pueden hacerse antropólogos después de leer los clásicos de la práctica sobre el terreno. No podríamos decir demasiado cuánto importa gozar esta experiencia para hacerla nuestra. Lejos de nosotros la idea de condenar el libro en provecho de la práctica. En primer lugar porque el otro es también el otro etnólogo y porque la vigilancia epistemológica no consiste en ejecutar al colega sino en pedirle lecciones. Sobre todo si éste transmite su experiencia con una escritura que hace de su obra un texto.
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